El claustro de un centro rural catalán invita al alumnado, sus familias y a todos los habitantes de la población a soñar con una escuela mejor. Para no perderse en grandes principios teóricos, diseña un ámplio programa de talleres didácticos que, una vez por semana, sienta en el lugar de la maestra a los vecinos del pueblo. El cálculo del perímetro de la circunferencia se aprende mejor cuando alguien ha enseñando a los chiquillos a cuidar su bicicleta. Es solo uno de tantos ejemplos.
Mediante este tipo de experiencia, los profesores pretenden que los alumnos aprendan de manera práctica lo mismo que aprenderían en una clase normal. Esto también supone una implicación en la práctica educativa de los vecinos del pueblo y de los familiares de los alumnos. Es una forma bastante práctica y entretenida de enseñar a los niños, y evitar un poco el tedio de las clases.
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